Obsoleto pero al día, ¿Realmente necesitas lo último para estar al día?
- atrevinop
- 21 jul
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 7 sept

Vivimos en un mundo que idolatra lo nuevo. Cada año, o incluso cada pocos meses, aparecen nuevas versiones de software, dispositivos, metodologías y plataformas que prometen revolucionarlo todo. Y claro, muchas veces lo hacen. Pero también es cierto que no siempre lo más nuevo es lo más útil… ni lo más necesario.
A lo largo de mi carrera he visto cómo se instala una especie de ansiedad colectiva por tener la última versión de todo.
Y ojo, no estoy en contra de la actualización, sería contradictorio viniendo de alguien que cree en la transformación digital, pero sí me parece importante distinguir entre estar actualizado y estar preparado.
A este pensamiento lo llamo "Obsoleto pero al día".
Puede que no tengas la última versión de una plataforma, la laptop más reciente o la app de moda. Pero si lo que tienes lo conoces bien, lo aprovechas al máximo, y lo usas para generar valor, estás más al día que muchos que simplemente presumen tener lo nuevo sin saber usarlo.
Lo nuevo no siempre implica progreso
Recuerdo muchas ocasiones en que los usuarios pedían a gritos la versión más reciente de Excel. Pero cuando finalmente la tenían, seguían usando las mismas fórmulas, los mismos atajos, los mismos hábitos de siempre. Nunca exploraban las nuevas funciones, no automatizaban nada, no generaban valor adicional.Entonces, ¿realmente necesitaban actualizarse? ¿O solo tenían miedo de “quedarse atrás”?
Esa obsesión por “lo último” es peligrosa cuando sustituye a la reflexión. Porque muchas veces se traduce en costos innecesarios, disrupciones operativas sin impacto real, y una cultura organizacional que confunde movimiento con progreso.
El ejemplo eterno: Windows XP
Si hago la pregunta: ¿cuál ha sido una de las versiones más queridas de Windows? Muchos , especialmente los de mi generación, responderán sin pensarlo: Windows XP.
¿Era la más avanzada? No. ¿La más segura? Tampoco. ¿La más rápida? Menos.
Entonces, ¿por qué la recordamos con tanto cariño?
Porque le sacamos todo el jugo. Porque dominábamos su entorno. Porque funcionaba. Y porque su valor no estaba en lo que traía de nuevo, sino en lo que logramos hacer con ella.
El verdadero reto: maximizar lo que ya tienes
La reflexión va más allá del software. Aplica a procesos, sistemas de trabajo, metodologías e incluso estructuras organizacionales. A veces el cambio es necesario, pero otras veces es más valioso profundizar en lo que ya existe antes de desecharlo por “obsoleto”.
Una empresa puede tener un sistema ERP de hace años, pero si lo ha adaptado, optimizado, integrado con su operación y su gente lo domina, ese sistema sigue siendo una ventaja competitiva. Por otro lado, he visto empresas invertir millones en soluciones de última generación que terminan siendo elefantes blancos porque nadie sabe usarlas o porque se implementaron sin propósito claro.
Pensar digitalmente es también pensar con criterio
La transformación digital no es solo adoptar lo último. Es tener la madurez para decidir cuándo cambiar y cuándo optimizar. Es entender que estar obsoleto en términos de versión no significa estar desactualizado en términos de resultados.Y que lo importante no es cuánto has comprado, sino cuánto valor has sido capaz de generar con lo que ya tenías.




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